La sagrada noción del equilibrio viene dada porque la vocación de Tebó no era la angustia pura y simple, proyecto más allá de la tortura reflexiva, como laberinto estéril. No era un llanto existencial, mostrado con figuras y apoyados con palabras que justifiquen el hecho artístico per se.
En Tebó, si hubiera algún reclamo, lo trascendente buscaba otras rutas.
El artista se sabía colocado en un trayecto de gozo y vigilia, de encanto y gesto extremo de ternura gráfica, expresiva: porque ha encontrado un recodo en el tiempo, para buscar el sonido más antiguo que su trazo, su propia voz.
UNA TUNICA DEL TIEMPO/ EN VOCES DE PIEDRAS/
Una poesía de grafitos hechos como el libre compás del jazz, nada se repite, es como si cada cuadro en conciencia de propio destino, propusiera cada uno a su tiempo, nuevas melodías…
En el jazz la partitura es una excusa de inicio, porque el contenido sonoro posterior, es un galimatías colectivo en la que cada alma escudada tras un instrumento, dispara alaridos de seducción. En Tebó cada tela amalgamada a la cera, es acto individual, con melodía no fragmentada, ahogada de pigmentos en hierro, que al final pretenderán voz colectiva, cual espiritual de pared en concierto visual.
Vivió un tiempo en que la historia estaba por contarse, allí se ha quedado. Y lo hizo porque descubrió canto y lamento de piedras, mientras armaba su viaje de rayas y signos de futuro. Una gama de símbolos y alegrías dignas de estudios más detenidos, sobrecogen en un habitad insular cuya misión no es dejarnos en espacios de encierros mezquinos y claustrofóbicos
El mito nos precede, en Tebó sigue presente y él se preocupaba en descomponerlo y dibujarlo, sin abjurar de los elementos formales que le ayudaban, desde allá: l voluntario exilio espiritual elegido, para narrar todo lo que veía e imaginaba.
La densa diáspora que persigue al peregrino está contenida en la obra de Sacha Tebó, “el mundo desde Sarajevo 1914 a Sarajevo 1995”, daría la impresión de que no hemos aprendido nada. Sacha concentró en su obra a los que vienen, pasan y se van, la huida de un mundo que escapa del ecumenismo culpabilizado por la insolidaridad. Para el artista transmutar era posible, si el pasado fue el calvario, todavía era posible la esperanza del hombre, como ser que inventó metas inalcanzables; su obra es el testimonio de la continuidad de aquella esperanza. Sencillamente porque la frontera se ha perdido, el artista se situó justamente en aquel territorio donde no era posible establecer división alguna en la búsqueda de la dimensión humana, viviendo en un mismo espacio.
Pero Sacha Tebó, contrario a todo designio superficial y ligero, no estaba maniatado a ninguna casualidad antropológica, y mucho menos, a los postulados reduccioncitas ante componentes de su obra, que por error o ignorancia pudieran calificarse o aparentar ser foráneos.
Cuando hablamos de sin fronteras en Sacha Tebó, léase bien, lo hacemos desde la perspectiva de lo que es una pintura que se reclama universal, como universal en su expresión humana y cultural, pueden ser los elementos africanos e indígenas. Este discurso nombrable, porque todos estos elementos culturales tienen su nombre, solo es posible entenderlo si logramos situar a Sacha Tebó, siendo coherente con su origen, como la única plataforma de encuentro con lo universal hacia lo definible, vistoso, diferente y original…
SACHA TEBÒ: LEJANIA DE UNA CARIBEÑIDAD PÌRRICA
Hay que tenerle miedo a los manejos de la Caribeñidad como un hacinamiento estético insalvable, como una expresión rígida, incapaz de manejar lo auténtico de su sello como expresión hacia el mundo, hay que tenerle miedo, insisto, a esa Caribeñidad frívola, multicromática, que retrata al Caribe en el facilismo perceptible de la estridencia del gozo y se apoya en una seudo antropología, que pretende explicar lo fragmentario como un azar de virtudes, no como hecho colonial que hizo el mosaico babélico y creó prejuicios que aún enmarañan, los senderos del conocimiento mutuo.
De aquel pandemonium, frases edulcoradas en la proa, la obra de Sacha Tebó sale libre y abierta, navega libre y profunda, logró evitar aquella etiquetas ceremoniales y geográficas con la que algunas voces de voracidad caribeñistas, suelen reducir la límpida manifestación existenciales, de artistas que pueden ser del Caribe, en su origen, y estar adscritos a la práctica de pensamientos cuya post-modernidad la obra, duda alguna no deja.
En este espacio será necesario no olvidar la formación del artista, el amplio horizonte de sus propias convicciones, su sensibilidad y su visión, sus ideas propias, el imaginario que verbalizaba, como se situaba ante su propia obra.
Debemos recordar que este proceso de autovisión, no es muy común en nuestro medio.
Será necesario, como una evocación singular, recordar sus argumentaciones en largas conversaciones, sus teorías, el entusiasmo para entender el propio Caribe como unidad cultural desde otras perspectivas, vale significarlo para buscar la lejanía de una visión del Caribe, como los fuegos fatuos, donde el pensamiento como gentilicio de zona, no concibe otras trascendencias de ideas vinculadas a un conocimiento de la historia de Occidente, con ferviente espíritu crítico, aislado de toda ortodoxia paisajista caribeñista, regodeo estetizante, vacío de contenidos significativos.
Porque tampoco se podría hacer una pintura, en el caso de Tebó, de espalda a una historia personal que el artista no niega, que la enseñorea como un grito de legitimidad, que no por educado y honesto: deja de escucharse e interpretarse.
En Tebó la invención del alfabeto no es casual, unidad cosmosentimental, cual silbido serpenteado, que, sin miedo al pudor falso, se erotiza con las formas primeras con que la vida juega: la limpia partida de igualdad entre mujeres y hombres, en la valiosa significación de la existencia, diminutos o gigantes los seres de Tebò tienen su danza propia, invocación y celebración de la existencia, no como parodia, sino como acto de fe y trascendencia.
Cabe la pregunta volviendo a las ideas del inicio de este texto: ¿Existe el grito silente y aterrador del espíritu en la aparente inocencia de esta obra y su coherencia irrebatible?… Existe el grito y lo que es más conmovedor: es inconfesable. Sacha Tebó ha logrado unas claves gráficas que son como partituras de grafitos que permiten un recio conocimiento del dolor y la presencia del hombre a través del tiempo. La pureza del misterio se consume y en la verdad de todo lo que una vez fue bueno en la historia de la humanidad, lejos de todo recurso maniqueo, Sacha Tebó rebusca y da serias lecciones de amor y ternura. El misterio no será nunca un proyecto individual, incita a la comunión: compartir en la búsqueda y el goce. Un designio de voces de piedras en la bruma, podría condenarnos a no mirarnos nunca, es como si Lot se hiciera pre-colombina.
En el arraigo de la coexistencia humana, pleno de filosofías que transcienden un viejo oficio de memorias en la memoria, Sacha Tebó hace un testamento pictórico que a todos nos contiene.
HUMANISTICA DEL MISTERIO / PRISIONERO DEL ESPIRITU/
Curiosamente persiguiendo la esencia del artista las coincidencias no se hacen esperar. Francisco Tobar García, en Ecuador describe a Sacha Tebó del siguiente modo: “Tebó es pintura de pura trascendencia, anhelo, de autentico. Los mismos colores que usa nacían de la pureza de su animo, no hay caprichos, no pinta la ostentación, solo reclama la apreciación del hombre que pasa para decirle: he aquí el misterio” …
En consonancia con el carácter humanista de la sentencia de Tobar García, agrego que el atractivo inevitable de la obra de Sacha Tebó, es esa carrera hacia un intento de comunión, que nos dirige necesariamente hacia una inevitable coexistencia humana, como ya antes había señalado.
La candidez tiene un marco gráfico irrenunciable, no nos obliga a nada, en cambio nos permite ver el mundo desde una óptica en la que tomar partida por la poesía de sus rostros y enamorarnos, resulta deseado.
En Tebó hay un juego universal cargado de pasión, porque el arte es juego, y más que un lenguaje de transición el juego es quizás la forma de comunión más directa, ahí en su escritura, jugando a la gran marcha de la humanidad en el territorio exquisito de sus telas y esculturas, encuentran y desarrollan lo que Danilo de los Santos le atribuye de escriba, misión interminable, en una palabra, eternal. Pero qué tipo de escriba, ¿Dónde está su silla de madera tatuada, su turbante plateado cubriendo su cabeza como un sirio antiguo fugado hacia del tiempo y la historia …?
Plasmado el rostro femenino con largas cabelleras fenicias, sería eso una alegoría de frescos reencontrados. Todo ello demuestra que el talento es algo más que una aspiración personal, que una vigencia agenciada y comprada en los periódicos con el pláceme y benevolencia de los mercaderes de turno. El talento en este artista se hace cada día, existe una base teórica que permite asimilar la formación del mismo. comparada con su obra. Aunque esto no siempre sea un paradigma a tomar en cuenta para evaluar una obra, pero cuando los casos lo ameritan, es importante que el amante del arte sepa, que está ante un artista que tiene facultades para expresar, en términos de sus palabras y sus ideas, todo lo que el concibe en sus reflexiones como materialidad de lo creado.
Si percibimos los signos de Sacha Tebó y hablamos del misterio, lo referimos a una forma de proponer el mundo, o mejor dicho lo referimos a una cosmovisión en la que la coincidencia de varios de sus analistas no es casual.
Más próximo a Sacha Tebó, porque conoce la profundidad de sus raíces y puede detectar con finura “hacia dónde están los tentáculos” estéticos de la obra porque conoce también el arte latinoamericano, encontramos a Gerald Alexis que dice de Sacha Tebó: “Para situarle en la historia del arte haitiano, se podría intentar emplazarle en la línea de sus mayores, Lucien Price y Max Pinchinat, que sé han adquirido una plaza relevante en el diseño. Quererle situar en la historia del arte universal, sería intentar identificar las fuentes a las que él habría estado expuesto durante su adolescencia” … (Gerald Alexis, Tebó Edición Henri Deschamps, Colección Marassa, Editora Corripio abril 1995)
Para Alexis la fuerza de Tebó se encuentra en la línea. Le da importancia a la formación inicial del artista, lo describe en los atisbos propios de la búsqueda cuando la sensibilidad se manifiesta temprano y el artista debe reafirmar con carácter, la urgente necesidad de una identidad. Pero todos los que se aproximan a la obra de Sacha Tebó terminan señalando, de modo muy especial, lo fino de su sensibilidad para labrar un camino que le uniera casi con todo lo que tiene que ver el resultado final de su obra, con el laberinto que los artistas saben hacer cuando sobre la base de una reflexión interior, han elegido un camino abierto, como esponja humana, con el blasón de la libertad.
La perdurabilidad de la obra de Sacha Tebó, debe buscarse en el sentido de lo contemporáneo, justamente cuando el drama de la humanidad pide a gritos un amplio espíritu ecumenista, para que el futuro inmediato augure la posibilidad de un sueño armónico: de este modo Sacha Tebó une mito y utopía, sin rubores a lamentar.
VISION ENTRE MUNDOS: DESDE EL CARIBE Y HACIA EL MUNDO /
VICEVERSA
Cuando los artistas reafirman su identidad, cuando la fuerza de esa identidad les hace entender las turbulencias internas que definen el valor de su expresión, las proposiciones de reflexiones hacia el mundo exterior son más claras, más netas. Sacha Tebó participando de una cultura que le procura la francofonía, sabe perfectamente que sus raíces expresivas están en Haití y que el resto es el aporte importante que todo artista, no importa de donde sea, debe tener para ampliar su mundo y establecer una interrelación fecunda entre su origen y la cultura que le circunda. Esa visión de mundos tiene su rol y los artitas con itinerario como el de Sacha Tebó en un momento determinado de su carrera ( que implica la síntesis además de un trayecto filosófico en este caso), no temen a nada que pueda venir a enriquecer una realidad vivida, porque esa es la visión entre mundos: dejarse llevar, saber que toda cultura es un resultado, que el abono del conocimiento y el funcionamiento de otras mentalidades e interpretaciones, lo que hace es hacer más compleja nuestra visión de la realidad, dándole un matiz que nos permite una expresión más personal, pero al mismo tiempo, más acorde con la diversidad del hombre cultural que nos rodea : dialéctica reflexiva de homo / raíz / homo / orbis /.
Pero ello supone también, en el caso de Tebó que ahora nos ocupa, tener una actitud abierta, aunque la raíz del sustento cultural que posibilita una lectura base de la obra, sea fuerte y estricta.
Para la aproximación a otra cultura es importante ante todo una noción de curiosidad plena de fantasía, de complicidad.
Nadie se puede acercar a otra cultura marcado por estigma malsano del prejuicio o el rechazo apriorístico.
Quizás, el secreto de esos artistas que supieron comunicarse con su tiempo y más allá, consistió en que nunca se negaron a aceptar otras culturas y otros modos de vivir, porque justamente en eso consiste la visión de la cultura entre dos mundos: embadurnarse con todo lo que esa cultura tenga. que esté relacionado con uno mismo, en un estado de conciencia facultativa o igual inconsciente.
Si en la obra de Sacha Tebó el Caribe ( entendido como como un elemento a conciencia, sin frivolidades ) con toda su frescura y lozanía dice presente, allí detectar la simbiosis de aquel acento regional (una escritura africana caribeña alimentada por una larga tradición de ancestros, que marcada con fuerza en el dibujo es innegable), que a partir de Haití, se apambicha(*) en Republica Dominicana, se revuelve en las Antillas Holandesas, suspira en Saint Thomas, duerme siesta en Saint Croix, disfruta con asombro las tonalidades cromáticas de las yolas de Saint Kitts y embebido, tenía amnesia fabulosa para recordar qué mar era más verde, en esos valles de aguas salobres, donde el Caribe mora como un deidad neptuna, graciosa y coronadas de espumas.
El viaje es un instrumento del espíritu desatado, gesto de movimiento en la búsqueda implacable del ser, que quiere el complemento de sus semejantes, colocados en las lejanías de aguas y tierras, que el alma silente conquista, sin ruidos.
Desde aquel periplo bañado de una absoluta insularidad, el mundo es pequeño para Sacha Tebó, y en caso de que no lo sea: espacio continental y particularidades insulares se funden para que su obra haga el puente ecuménico con la aspiración de que toda cultura creada por hombres y mujeres, tenga cabida en su obra, bajo prisma y acomodo de su visión individual.
Estamos pues, ante una obra que está anunciando las pautas de una forma de vida de lo que hace muchos años un esteta austriaco ( E. Fischer) llamara arte de coexistencia humana, aquel que solo puede ser posible cuando cada artista, en cada nación, es capaz de trascender los encierros obtusos de la historia, para imaginar las aspiraciones de otra humanidad, cuya vocación de tolerancia le permita reconocer la cultura y en su pluri dimensión, la inmensa riqueza humana mostrada por los artistas, en cada rincón de la tierra.
En Sacha Tebó, esta tendencia de hacer suya estas preocupaciones, son un sello inconfundible de su obra. Si bien es cierto que sublimiza con su estética el juego de un existencialismo latente en su obra, no es menos, el hecho de que no puede ocultar una cierta angustia, en esa necesidad que tienen los artistas de mirar con los ojos del alma su imaginario interior y revertirlo en obra consumada. (Cfe).
(*) PAMBICHE / APAMBICHARSE.
Pambiche es una corruptela lingüística de la palabra Palm Beach, que era el nombre de un corte de tela para trajes, famoso en la década de los años 20, 30, 40 y 50 del pasado siglo XX.
La Palabra Pambiche, ha originado otros significados vinculados a ella: Apambichao, por ejemplo.
Variante del merengue de ritmo más lento, más acompasado y más fácil de bailar. Posiblemente se originó en tiempos de la primera ocupación norteamericana (del 1916 al 1924) porque los infantes de marina no podían bailar el merengue tradicional. En la canción “Ángel para una tambora”, el solo de la tambora al principio y al final es el toque del pambiche. Otros ejemplos del pambiche son las canciones “Feliciana” y “Juana Mecho” del primer álbum de la agrupación musical 440, titulado “Soplando”.
POR: CARLOS FRANCISCO ELÍAS